Llevo tiempo utilizando herramientas como ChatGPT, Gemini y Perplexity para trabajar, aprender, incluso para escribir artículos como este. Pero hace unos días me crucé con un estudio del MIT que me dejó pensando: ¿usar IA de forma habitual está afectando a nuestra capacidad de pensar, recordar, crear?
Spoiler: sí. Y no de forma anecdótica.
Lo que descubrió el MIT (y por qué deberías prestarle atención)
Un grupo de investigadores del MIT Media Lab analizó cómo se comportaba el cerebro de 54 estudiantes durante cuatro meses escribiendo ensayos con tres métodos distintos: usando solo su cerebro, con Google o con ChatGPT. Y lo hicieron usando EEG (un escáner cerebral, para entendernos).
Los resultados fueron tan claros como inquietantes:
- Quienes usaban ChatGPT tenían menos actividad cerebral.
- Recordaban peor lo que habían escrito.
- Sus textos eran menos originales, más “planos”.
- Y lo peor: incluso después de dejar de usar la IA, su cerebro no volvía a activarse igual que antes.
A eso lo llamaron “deuda cognitiva”. Una forma elegante de decir que cuanto más te apoyas en la IA, menos ejercitas tu cerebro… y más te cuesta volver a pensar por ti mismo.
Pero no todo es malo: cuándo sí conviene usar la IA
Aunque el estudio pone los pelos de punta, también abre una puerta interesante. La clave está en cuándo usamos la IA.
- Si antes te has esforzado mentalmente (pensando ideas, organizando argumentos), usar IA después puede ayudarte a ganar claridad, rapidez o estructura.
- Si usas IA desde el principio, como atajo, estás dejando de entrenar tu cerebro justo donde más lo necesita: en la fase de esfuerzo.
Y esto no lo digo yo: en el mismo experimento, quienes empezaron escribiendo sin IA y luego la usaron recuperaban mejor su actividad mental.
Además, otros estudios muestran que la IA puede ser muy útil como “tutor”, sobre todo en fases iniciales de aprendizaje o en contextos educativos con pocos recursos (por ejemplo, en proyectos piloto con estudiantes en Nigeria).
Riesgos reales (que ya estamos viendo)
Más allá del estudio, hay señales de alerta que están creciendo:
- Estudiantes que no saben explicar lo que han escrito con IA.
- Textos que suenan perfectos, pero están vacíos de alma o de experiencia.
- Profesionales que empiezan a confiar tanto en los outputs automáticos, que dejan de revisar o reflexionar.
Estamos hablando de un riesgo profundo y silencioso: el de sustituir el pensamiento crítico por eficiencia. Y en ese intercambio, siempre perdemos más de lo que ganamos.
¿Qué podemos hacer?
La solución no es dejar de usar IA, sino aprender a usarla bien:
- Primero tú, luego la IA: piensa, estructura, haz tu trabajo mental… y después pídele ayuda.
- Usa IA como espejo, no como muleta: analiza lo que te propone, corrige, aprende de sus errores.
- Enseñemos con IA, no a través de la IA: especialmente en educación, es clave enseñar cómo usarla críticamente.
La IA es una herramienta potentísima, pero como cualquier tecnología, su impacto depende de cómo la usemos. Usarla mal puede atrofiar nuestra capacidad mental. Usarla bien puede llevarnos más lejos, más rápido.
Y quizá la gran lección de todo esto es que no hay inteligencia artificial que compense dejar de pensar por uno mismo.
¿Tú cómo usas la IA? ¿Te ayuda a pensar mejor… o a pensar menos?