Pablo d’Ors es un autor y sacerdote español que ha aportado una visión renovadora a la espiritualidad contemporánea. Con su obra «Biografía del Silencio», d’Ors nos adentra en un introspectivo viaje hacia el interior del ser humano. El libro se ha convertido en un referente sobre la práctica de la meditación y el silencio, invitando a los lectores a descubrir el profundo impacto que el silencio puede tener en nuestra agitada vida cotidiana, ofreciendo una perspectiva que busca el encuentro personal con la trascendencia y la plenitud.
- La cantidad de experiencias y su intensidad solo sirve para aturdirnos. Vivir demasiadas experiencias suele ser perjudicial. No creo que el hombre esté hecho para la cantidad, sino para la calidad. Las experiencias, si vive uno para coleccionarlas, nos zarandean, nos ofrecen horizontes utópicos, nos emborrachan y confunden.
- La meditación nos concentra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser.
- Porque mucho me temo que cuando buscamos es que solemos rechazar lo que tenemos.
- Tanto más crecemos como personas cuanto más nos dejemos asombrar por lo que sucede, es decir, cuanto más niños somos.
- Sea por cobardía o por pereza o incluso por inercia (aunque casi siempre es el miedo el que nos paraliza) todos tendemos a quedarnos quietos y, todavía más a encastillarnos. Encastillarse no es solo quedarse quieto, es dificultar cualquier movimiento futuro.
- Meditar no es difícil, lo difícil es querer meditar.
- Ser consciente consiste en contemplar los pensamientos.
- Pensamos mucho la vida, pero la vivimos poco.
- En el fondo todos somos mucho más sabios de lo que creemos y porque en ese fondo todos sabemos bien qué es lo que se espera de nosotros y qué debemos hacer. El maestro interior no dice nada que no sepamos; nos recuerda lo que ya sabemos, nos pone ante la evidencia para que sonriamos. A decir verdad, sobran todos los maestros del mundo: cada cual es ya un cosmos entero de conocimiento y sabiduría.
- Sonreír al sufrimiento puede parecer excesivo. Pero lo cierto es que también la tristeza y la desgracia están ahí para nuestro crecimiento. El mal debe aceptarse, lo que significa ser capaces de ver su lado bueno y, en definitiva, agradecerlo.
- Reaccionar ante el dolor con animadversión es la manera de convertirlo en sufrimiento. Sonreír ante él, en cambio, es la forma de neautralizar su veneno.
- Lo triste no es morir, sino hacerlo sin haber vivido. Quien verdaderamente ha vivido, siempre está dispuesto a morir; sabe que ha cumplido su misión.
- La vida es todo menos segura, pese a nuestros absurdos intentos para que lo sea. O se vive o se muere, pero quien decida lo primero debe aceptar el riesgo.
- Solo sufrimos porque pensamos que las cosas deberían ser de otra manera. En cuanto abandonamos esta pretensión, dejamos de sufrir. En cuanto dejamos de imponer nuestros esquemas a la realidad, la realidad deja de presentarse adversa o propensa y comienza a manifestarse tal cual es, sin ese patrón valorativo que nos impide acceder a ella misma.