Optimismo Cruel y la pérdida de atención en la Era de las Redes Sociales

17/10/2023

En la actualidad, nos encontramos sumergidos en una ola de positividad impulsada por las redes sociales. Esta tendencia creciente generada por plataformas como Instagram, Facebook y TikTok, en la que las personas queremos mostrar los aspectos positivos de nuestras vidas, desde fotos de viajes exóticos y logros profesionales hasta declaraciones inspiradoras y retos de bienestar. El mensaje es claro: la vida es buena, y deberías estar disfrutando cada momento. A primera vista, esto podría parecer beneficioso, pero si nos detenemos a analizarlo en profundidad, encontramos que se trata de un «optimismo cruel». El término fue acuñado por Lauren Berlant en su libro «Cruel Optimism» (2011) y se refiere a cuando algo que deseamos es en realidad un obstáculo para nuestro crecimiento personal. Es una forma de entender cómo las personas nos apegamos a esperanzas o sueños que pueden resultarnos perjudiciales o inalcanzables en la realidad en que vivimos. Es, en realidad, una forma de optimismo que, en lugar de ser genuino, es impuesto, casi dictatorial, y que puede tener efectos perniciosos en nuestra salud mental y bienestar general.

Las redes sociales han cambiado nuestra forma de comunicarnos y, por extensión, cómo percibimos el mundo y a nosotros mismos. Las plataformas están inundadas de imágenes perfectas, vidas idílicas y narrativas de éxito. Se nos anima constantemente a «ver el lado positivo», a «ser agradecidos» y a «enfocarnos en lo bueno». Y, si bien estos son consejos valiosos, se vuelven tóxicos cuando se convierten en un estándar al que todos debemos adherirnos. Al mismo tiempo, las redes sociales han acortado drásticamente nuestros periodos de atención. La avalancha de información que se nos presenta, combinada con el diseño adictivo de estas plataformas, hace que nos movamos rápidamente de un contenido a otro sin realmente detenernos a reflexionar o a profundizar en nada.

Por lo tanto, si juntamos el optimismo cruel a la pérdida de atención constante que estamos viviendo como sociedad, el resultado tiene consecuencias preocupantes. En primer lugar, genera una presión constante para proyectar una imagen de perfección y felicidad, incluso cuando no nos sentimos así. Esto, a su vez, puede llevarnos a reprimir emociones negativas o a sentirnos culpables por tenerlas. En segundo lugar, la rapidez con la que consumimos información nos hace menos propensos a cuestionarla, lo que puede contribuir a la propagación de desinformación o a la adopción de puntos de vista superficiales.

No es sorprendente que muchos expertos estén avisandonos sobre el impacto que tiene la tecnología y las redes sociales sobre nuestra salud mental en la era digital. Las cifras de ansiedad, depresión y otros trastornos relacionados con el bienestar emocional están en constante aumento. La solución no es abandonar las redes sociales por completo, sino aprender a utilizarlas de manera consciente y crítica. Podemos combatir el optimismo cruel reconociendo que está bien no estar bien todo el tiempo. Debemos dar espacio a nuestras emociones, sean cuales sean, y entender que cada uno de nosotros tenemos nuestro propio viaje vital. Por otro lado, en lo concerniente a la pérdida de atención, debemos cultivar hábitos como la lectura profunda, la meditación y establecer tiempos específicos sin pantalla.

Es curioso cómo, en un mundo donde la información está al alcance de la mano, muchas veces nos encontramos más desconectados de la realidad que nunca. Esta desconexión no es sólo de los eventos del mundo, sino, lo que es más preocupante, de nosotros mismos. El constante desfile de vidas aparentemente perfectas puede llevarnos a compararnos constantemente con otros, minando nuestra autoestima y distorsionando nuestra percepción de lo que es «normal» o «deseable». Para contrarrestar esto, es vital practicar la autenticidad tanto online como offline. Compartir nuestras verdades, incluso cuando no son fotogénicas o populares, puede ser un acto liberador. No sólo nos permite ser genuinos, sino que también puede ofrecer consuelo y comprensión a alguien que está pasando por una situación similar.

Además, deberíamos esforzarnos en ser consumidores conscientes del contenido al que escogemos prestra atención. Al igual que no comeríamos comida basura todo el día, deberíamos ser selectivos con lo que «consumimos» en términos de contenido digital. Buscar fuentes de información fiables, diversificar nuestras fuentes de contenido y tomar descansos regulares de la pantalla deberían ser prácticas saludables para protegernos de la saturación y la fatiga digital.

En última instancia, la clave está en encontrar un equilibrio. Un equilibrio entre el optimismo y la realidad, entre la conexión digital y la humana, entre mostrar nuestra mejor cara y ser auténticamente nosotros mismos. En esta era digital, esa es la verdadera revolución.

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