En un artículo anterior, que podéis encontrar aquí, estuve compartiendo algunas de las investigaciones más relevantes sobre cómo nuestro cerebro se las apaña para tomar decisiones en un mundo saturado de información y cómo la evolución nos ha permitido desarrollar atajos (heurística) y herramientas para hacer más eficiente (o no) el procesamiento de dicha información. Dichas herramientas, aunque son un avance evolutivo maravilloso, también tienen su lado oscuro (sesgos cognitivos) que hacen que tomemos decisiones de manera inconsciente sin pensar si es la mejor de las decisiones posibles.
Por ello, en el artículo de hoy, me gustaría compartir con vosotros algunos de los sesgos cognitivos más frecuentes que todos tenemos con el objetivo de que aprendamos a identificar dichos patrones en la toma de decisiones. Es importante volver a destacar que la naturaleza humana, generalmente, opta por no pensar demasiado en el momento de tomar una decisión, y en consecuencia, se sirve de experiencias pasadas, y de otro tipo de factores con más peso que la propia razón y la lógica…allá vamos con los sesgos:
- Sesgo de confirmación
Es la tendencia a buscar, interpretar o recordar información con la idea de confirmar algo que ya has decidido previamente, o que está alineado con creencias y pensamientos previos a la toma de cualquier decisión. Lo importante de este sesgo es que no solo se busca información para reforzar tesis anteriores sino que además, las personas interpretamos la información con la idea de reforzar ideas preconcebidas.
- Sesgo de anclaje
En este caso, nos centramos casi exclusivamente en las primeras informaciones que obtenemos para tomar una decisión. A modo de ejemplo, es importante en cualquier negociación no ser los primeros en dar una cifra, dado que esta influirá en las negociaciones posteriores fijando un punto que hará más complicado examinar de manera racional otras posibles opciones.
- Sesgo de observación selectiva
Este sesgo se produce cuando dirigimos nuestra atención a algo en función de nuestras expectativas, y no prestamos atención al resto de inputs informativos. El clásico ejemplo es cuando compramos un coche y a partir de ese momento empezamos a ver coches de la mism marca y color en todas partes.
- Sesgo de negatividad
Tendemos a prestar más atención a experiencias e informaciones negativas, en vez de las positivas. El problema, no es que les prestemos más atención, sino que encima le damos mayor valor a lo negativo, condicionando el resto de opciones y reduciendo las probabilidades de tomar una decisión óptima.
- Efecto de primera impresión o halo
Este sesgo hace referencia al peso que le asignamos a la primera impresión que tenemos cuando nos enfrentamos a una situación nueva, como por ejemplo, el conocer a alguien. Este sesgo es uno de los más comunes y describe cómo la impresión acerca de alguien o algo, nos conduce a impresiones (positivas o negativas) según lo que hayamos pensado o experimentado esa primera vez y nos hace correlacionar futuras decisiones en función de esa primera impresión. Un clásico ejemplo es en el momento de evaluar a un candidato a un puesto de trabajo, corremos el riesgo de no ser objetivos porque las primeras impresiones tienen un peso elevado en percepciones posteriores, o cuando nos presentan a alguien y a los 2 minutos ya pensamos si nos cae bien o no.
- Sesgo de retrospectiva
Por ponerlo fácil, podríamos decir que este sesgo ocurre cada vez que pensamos…»a toro pasado, todo es más fácil de ver». Este sesgo nos hace sobreestimar la previsibilidad de que algo ocurra después de que haya pasado, haciendo que las personas veamos los eventos más predecibles de lo que realmente son.
- Disponibilidad heurística
Este sesgo ocurre cuando le damos mayor valor y credibilidad a las informaciones que recibimos en primer lugar y que son más fáciles de recordar. Por ejemplo, no importa la opinión que tengas con respecto al cambio climático; cuando hace calor, el responsable es el calentamiento global.
- Sesgo de correspondencia o atribución
Este escenario ocurre cuando sobrevaloramos factores personales internos a la hora de evaluar a una persona y subestimamos aspectos contextuales, sociales o de la situación actual que pueden explicar mejor el comportamiento de alguien. Básicamente, la gente tiende a explicar comportamientos basándose más en el «tipo» de persona que realiza la acción en lugar de los factores sociales y ambientales que rodean e influyen a dicha persona.
- Sesgo de autoservicio
Este sesgo aparece cuando la gente se auto atribuye el crédito personal en sus éxitos pero no en sus fracasos. Se manifiesta también cuando la gente tiene la tendencia a evaluar algunas situaciones de manera ambigua al objeto de beneficiar sus propios intereses.
- Sesgo de status quo
A causa de este sesgo las decisiones están condicionadas al objeto de favorecer todo aquello que haga mantener el ceteris paribus del escenario que se está evaluando, es decir, queremos mantener las cosas en el mismo estado actual. Las personas afectadas por este sesgo eligen no desviarse de los comportamientos establecidos a menos que haya un incentivo convincente para cambiar.
Aunque no me gustaría terminar este artículo, dejando la sensación de que los sesgos y la heurística son elementos negativos. Más bien todo lo contrario, son herramientas que nos permiten tomar decisiones de una forma ágil, sin embargo, el identificar nuestros sesgos nos permite autoconocernos mejor y mejorar la calidad de nuestras decisiones. En uno de mis artículos anteriores os presenté a Naval y aquí os comparto una de las reglas más interesantes que he descubierto gracias a él:
Para tomar una decisión difícil entre dos opciones, tome el camino más doloroso a corto plazo. Esto es así porque uno de estos caminos requiere dolor a corto plazo, y el otro camino conduce al dolor más lejos en el futuro. Y lo que su cerebro está haciendo al evitar conflictos es tratar de eliminar el dolor a corto plazo.